domingo, 18 de enero de 2009

La teoría de los perfumes y un ser de no se sabe dónde



Aquella noche presentía que algo extraordinario iba a ocurrir. No,no... no tenía ninguna clase de fundamentos, ni señales convincentes para aferrarme a lo especial de la ocasión, ni siquiera el lóbulo de mi oreja derecha se había puesto rojo. En realidad era un viernes más, y como desde hace casi veinte años, la costumbre me había arrastrado a empujones a la mesa del fondo del pub de Gutiérrez, a tomarme una cerveza con mi amigo Luis y a charlar con él de lo divino y lo humano.

No te aconsejaría nunca, y menos acompañado de una mujer para una cita romántica, que fueras al pub de Gutiérrez. Si tuvieras curiosidad por saber cómo era aquel local te lo definiría, de forma precisa y exacta, con estas pocas palabras: mugriento, apestoso, pequeño, cutre... pero con una música que, a un pureta como yo, lo subía hasta el cielo. El mamón de Gutiérrez tenía una colección de vinilos y de cd increíble. Era evidente que esa, y no otra, era su única inversión en el negocio, y casi en su vida. Todo lo mejor para mí sonaba en aquel santuario de pantalones vaqueros: Jimi Hendrix. King Crimson, Peter Gabriel, la Mahavishnu Orchestra, Patricia Barber, Chick Corea, Pat Metheny y muchos más. Lo curioso de aquel antro es que la parroquia que lo visitaba era muy variada: desde el cincuentón, como yo, que iba para reencontrarse con sus sueños, a los nenes de treinta y cuarenta, que ponían cara de circunstancias y sorpresa al palpar la movida.

Recuerdo, como si lo estuviera viviendo en este momento, que mientras apuraba mi cerveza, me sentí durante unos segundos contento porque tenía fe en que Luis empezara a ser algo del mismo de siempre, después de haber estado al borde del abismo tras su separación. Y es que no hacía ni seis meses que tuve que plantarme una tarde en su apartamento y recogerlo literalmente del suelo. Lo había pasado mal, muy mal...él decía siempre que era como comenzar a andar, pero con el castigo de tratar de pegar millones de trocitos, de un espejo precioso que él mismo había jodido con sus puños.

En aquella ocasión solamente compartiamos la mesa Luis y yo. No es cierto que la conversación fuese interesante, animada o profunda... Al contrario, echábamos mano de simples tonterías, con las que de alguna manera contribuir a poner nuestras mentes en blanco, a la vez que dibujar en nuestros rostros algunas sonrisas que ayudaran a soportar cierto aire de monotonía que, por momentos, empezaba a atraparnos. En los silencios que se colababan en la charla, cada uno buscaba su objetivo con sus propias armas: Luis paseaba su mirada por el techo del local y yo trataba, a duras a penas y sin conseguirlo plenamente, de enfocar al decorado y a los seres que habitaban en él. En realidad nunca nos preocupó a ambos esos silencios que, aleatoriamente, se interponían entre los dos. Quizás porque los dos los interpretábamos como espacios privados, donde cada uno tenía el deber y el derecho a enfrentarse a sus miedos.

La historia realmente comenzó cuando mis ojos se detuvieron, irracionalmente, en aquel tipo alto, delgado, con el pelo canoso y gafas de patillas moradas, que de forma brusca e inesperada, traspasó la puerta del local. Andaba de prisa, muy deprisa, como si la vida se le fuera en ello. Y lo peor, se dirigía directamente a nuestra mesa. Nunca lo había visto, pero algo tenía ese individuo que no me gustaba y que en cierta forma, producía en mi un miedo a lo desconocido. Casi sin darme tiempo a reaccionar, repentinamente, el desconocido se colocó frente a los dos, tomó una silla y se sentó a nuestro lado.

- Sé que tú vives en el dolor_ dijo el desconocido, dirigiéndose descaradamente a Luis.
- ¿Quién eres tú? ¿Qué coño haces aquí?- le preguntó Luis, confuso y desafiante.
- Yo lo sé...nunca me equivoco_continuó el desconocido con una seguridad aplastante_. Hueles a dolor a mil kilómetros de distancia...También sé que a ese dolor lo llamaste tú, al irte con una mujer y alejarte de otra.
- ¡Lárgate de aquí ! No vas a conseguir ninguna cerveza gratis, majara de mierda
_respondió Luis amenazante.
- Puedo ayudarte...Tú lo sabes mejor que nadie_ insinuó el desconocido.

Inmediatamente me levanté de la mesa y me acercé al desconocido. Cuando mi mano iba a agarrarlo del cuello de la camisa para imponerle que nos dejara en paz, Luis me sujetó del brazo y me obligó a sentarme de nuevo. Mientras tanto, el desconocido permanecía inmutable, sin moverse, en su silla, observando la escena con «bata blanca», como si aquello no tuviera nada que ver con él.

- ¿Cómo puedes ayudarme si no me conoces de nada?_ interrogó con curiosidad Luis al desconocido.
- Mostrándote lo que tú no ves o ya ves y no quieres ver_ afirmó el desconocido_. Tienes que tener fe en mí. Solo te pido una cosa.
- ¿Qué quieres?_ interpeló Luis.
- Dime el nombre del perfume de cada una de esas dos mujeres_demandó el desconocido .
- Una usa un perfume que se llama «Angel y Demonio». La otra no tiene perfume fijo, ella dice que el primero que encuentra a mano _le contestó Luis con una sonrisa dibujada en sus labios, mientras no escatimaba en gestos manifiestos para comunicarme que aquel tipo había perdido definitivamente el rumbo.

Pero aquel desconocido, no sé como y con qué fuerza, siguió hablando y, poco a poco, inverosimilmente e ilógicamente, pudo ir machacando en el silencio las ruidosas carcajadas con las que Luis y yo tratábamos de ridiculizarlo. Incluso aún hoy soy capaz de transcribirte fielmente lo que aquel fulano dijo. Si te soy sincero, transcurrido el tiempo, pienso que en el fondo eramos conscientes de que algo fuera de nuestro alcancé estaba sucediendo.

«- Nunca has estado enamorado de la mujer que usa «Angel y Demonio». Es imposible, no te va y no puede encajar de ninguna forma contigo. Seguramente te «encoñaste» con ella y eso te llevó a cometer mil locuras, cuyos efectos se multiplicaron por la grave crisis personal en que estabas inmerso. ¡Has tenido suerte, mucha suerte!... de que todo se haya roto, porque no es una mujer, es una nena mujer, que solo navega al viento de su capricho y que solo sirve para unos días de sueño barato.Todo en ella es pura fantasía, desde el color de su cabello hasta los estudios y profesión que te decía ejercer. Sus «Te amo» son de un día, no para más. Nunca le debiste dar tu «todo», porque ella jamás se jugó nada contigo, ni con nadie.

¿Sabes?...Me asaltan no pocas dudas en tu comportamiento hacia esta mujer, que tú las mantendrás el resto de tu vida: ¿Por qué sabiendo de antemano el final de la historia, esperaste al estallido?...¿Por qué no le distes largas antes?...¿Por qué dejastes el todo para abrazar la nada?... No tengo más que esta hipótesis para tratar de poner algo de racionalidad a tu actuación: eres un romántico, un soñador, un Quijote más, que conociendo desde el primer momento el final del propio sueño, por fidelidad al mismo y a las palabras con que lo envolviste, lo dejaste vivir hasta que se estrelló en la puta realidad».


Era todo un poema contemplar el cambio en el rostro de Luis mientras que aquel tipo continuaba hablando. La expresión de su cara se transformó radicalmente y, en milisegundos, la sonrisa, la burla y la ironía dejaron paso, sin dar tiempo a nada, al asentimiento, el dolor y la desesperación por volver a tener, frente a frente, a menos de un metro de distancia, a ese fatídico error con el que él que tenía que convivir cada día de su existencia.

«- ¿Has pensado alguna vez porque esa otra mujer usa el primer perfume que encuentra a mano?...¡La cagaste, desgraciado!...¡Para matarte!...Esa mujer vive por ti y para ti. Te ama con dos cojones y te lo da todo, absolutamente todo, sin pedir nada a cambio. Te entregó y te entrega tanto, tanto... que ni siquiera tiene tiempo para vacilar con un jodido perfume. Además, no le hace falta...¿Te enteras?.
Es una mujer de la cabeza a los pies, en cualquier dimensión que quieras analizar o comparar. Pero tú, niño mimado, no valoraste ese precioso regalo. Creías que cualquier nena de mierda que te susurrara al oído un «Te amo», mientras cabalgaba contigo en una gélida habitación de hotel, sería como ella...¡Qué error!...¡Dios, que error!...»


Y en el preciso instante en que las lágrimas empezaron a brotar de los ojos de Luis, algo, algo muy fuerte, que no tengo palabras para poder explicar, se adueñó violentamente de mi y me estremeció hasta el último centímetro de mi ser. Y casi sin darme cuenta, una energía que no podía ser mía, me puso encima de la mesa, a la vez que yo gritaba, como un loco, a toda la parroquia del pub:

- ¡Venid, venid todos aquí!. Este tipo_ señalando al intruso de nuestra mesa_ te define cómo es tu nena y te suelta cuál puede ser el final de tu historia con ella, con solo decirle el perfume que usa. ¡Rápido, no dejeis escapar la oportunidad de vuestras aburridas vidas!. ¡Venid, venid todos aquí!

Aquello despertó súbitamente la actividad de los seres que sobrevivían en el alcohol del local y antes de terminar mi llamamiento, estuvimos rodeados y asfixiados por una multitud que no paraba de vociferar nombres de perfumes de mujeres. Aunque no puedo asegurarlo, juraría que a los pocos segundos, vi al sujeto irse y traspasar velozmente la puerta del local, seguido de un coro de fieles que le pisaban los talones, y que soñaban con la esperanza de conocer realmente a la mujer con la que se acostaban cada noche.

Al regresar la paz y el silencio de nuevo a nuestra mesa, me encontré con una imagen que se ha quedado grabada para siempre en mi mente: Luis, con las manos ocultando su rostro, no cesaba de autoinculparse, repitiéndo, entre murmullos y sin piedad, más de un millón de veces:

- ¡Me equivoqué!...¡Maldita sea!...¡Me equivoqué!...

Nunca más volví a ver a ese ser desconocido de no se sabe dónde, ni tampoco puedo confirmarte su teoría de los perfumes. Lo que si sé, lo que si ahora te puedo ratificar, es que con Luis aquella teoría funcionó.

Enero, 2009

sábado, 3 de enero de 2009

Lo qué le quise decir y no le pude decir



Querida ...:


Comprendo y siento, mejor que nadie, tu dolor. Ese dolor que ahora te mece entre sus brazos y que no te deja respirar ni un solo instante. ¿Sabes por qué?...porque ese jodido dolor se ha convertido, en mi caso, en una especie de compañero forzado, que se coló por mi puerta un fatídico día, y desde entonces, no me abandona ni de día ni de noche. Sí..., lo conozco a la perfección. Puedo decirte, cuando quieras, cuáles serán sus pasos y hasta dónde te llevará en cada momento. También puedo hablarte de sus disfraces, de sus artimañas y de los decorados en los que intentará colarte.


Tu dolor, mi dolor, nuestro dolor... no es de origen físico, no... es de otro tipo, ni mejor ni peor, pero de naturaleza diferente. Su principio se sitúa en la ruptura de los hilos mágicos que te unían con una, o varias personas, por los motivos que sean, y en el abismo en el que te precipitaste al romperse esos vínculos que daban sentido a tu vida. Es como si un enorme trozo de ti mismo se desgarrara brutalmente de tu ser, a la vez que un infinito vacío te envolviera en cada paso que intentarás dar para poder vivir. Todo, absolutamente todo, estaba unido a los hilos y de pronto, sin previo aviso, desaparecieron esos hilos...¿Cómo encajar todas las piezas?...¿Dónde vas a colocarte tú ahora?...¿Para qué levantarse y andar?... ¿Cómo vas a caminar si parte de ti se perdió para siempre?...


Estos interrogantes y otros muchos sacudirán tu pensamiento en cada segundo de tu existencia y comenzarán a llevarte, lentamente, pausadamente, pero sin descanso ni tregua, a una tierra de nadie, donde cada amanecer es un suplicio y donde tú ya no eres ni la sombra de lo que fuiste. Ante este caos de sufrimiento, tienes dos opciones, o te dejas llevar por la corriente del dolor, con el peligro que ello conlleva para tu propia existencia y para la de los otros hilos que aún conservas; o sale por «cojones» del círculo y le plantas cara con todas tus fuerzas. No... Nunca, jamás... No pienses en dejarte llevar por la marea del dolor... Eso es lo más fácil...Tienes que salir...¿Me comprendes?.... ¡Salir!,¡salir!,¡salir!... Convertirte en una heroína, y darle por saco al dolor. Por la simple razón de que la vida es algo demasiado hermosa como para tirarla por la borda. ¡Nadie, absolutamente nadie, puede valer tanto como tú!.... ¡Así de claro y así de simple!


¿Cómo convertirse en un héroe y dar una patada al dolor? o ¿cómo volver a caminar otra vez, aunque sea dando tumbos?... Lo siento, lo siento muchísimo, mi querida ... Pero no hay una respuesta mágica que te libre del abismo ya y ahora... Hay cosas, muchas cosas, que te pueden ayudar si tú estás dispuesta realmente a salir. Inicialmente el tiempo juega a tu favor, y es que el paso de los días llega a curar las heridas, aunque lentamente y a una velocidad imperceptible para ti, que necesitas cuanto antes escapar del pozo. A eso le podemos añadir más cosas, las que tú quieras: la actividad, el llegar rendido a casa, el tomar aíre a la hora qué sea y con quién sea, el ignorar, el sustituir pensamientos negativos por positivos, el meterse en mil proyectos o el dar gracias porque la ruptura del hilo podría haber sido mucho peor. Todo vale y todo puede ser útil.


Pero hay algo, algo que tú tienes y yo no poseo para hacer frente a ese dolor y colocarlo en su justo lugar. Tú estás en el inicio de tu camino, yo ya casi toco el final del mío. Ese comenzar, ese punto de partida, ese estar en los primeros peldaños de tu escalera, es un regalo precioso que te han puesto entre tus manos, y que no lo puedes desaprovechar. Y es que todo está ante ti y esperándote a ti. Todo puedes alcanzar y todo puedes tocar: el cielo y el infierno, la noche y el día, el llanto y la sonrisa, el amor y la soledad, el éxito y el fracaso o la muerte y la vida. Todo es tuyo, solo tuyo... ¡No puedes dejarlo escapar!... Por eso, mi querida ... Tienes que volar, volar muy alto, más y más, sin parar ni mirar atrás. Nada, absolutamente nada, vale la pena... Solo volar, volar y volar...¡Muy alto y hasta que no puedas más!



Kino, Enero del 2009