sábado, 13 de diciembre de 2008

El pureta tuvo dieciocho años



Una menos diez del mediodía, silencio imaginado con la ayuda de la obra de la casa de al lado, vacaciones a tope y despacho del pureta. En la habitación contigua, en lo que llamamos porche, María hija pinta una interpretación de un cuadro impresionista de Van Gogh, mientrás Ponto observa los pájaros que se posan en la terraza acechando su comida. Y yo, una vez más, vuelo más allá de mí y me dejo envolver en los brazos de mi amada música.

En el YouTube localizo un clip de la Mahavishnu Orchestra con el «Dance of maya» (grabación de 1972, en: http://www.youtube.com/watch?v=acyVobdrBp4). Me emociono, me vibra todo el cuerpo y los vellos se me ponen de punta. ¡Dios, tenía dieciocho cuando escuche por primera vez esto!. La mano se me va al volumen: ¡Dale, dale, dale, dale más para que todo salte por los aíres!. Sonrío y me pongo de pie.

_ ¡María, María, ven corriendo!_ grita el pureta como un condenado.
_ ¡Ya voy papá!_ con voz cansada, producto del conocimiento del para qué la llama su padre.
_ ¡Papá, baja eso, por favor!...¡Será posible!_ clamando al cielo por el cambio de papeles que, a veces, produce su padre y levántandose de la silla.
_ ¡Ven, nena, ven!_ suplicando, con los ojos clavados en el vídeo, moviendo la cabeza y el cuerpo y dejándose llevar por los solos de John Mclauglhin.
María hija camina despacio hacia el despacho del pureta cabreada por la «músiquita» de su papaíto. Al entrar, ve al pureta al fondo en estado de fusión plena con la Mahavishnu Orchestra.
_ ¡Mira el doble mastil de la guitarra del Mclauglhin!...una pasada...¿Y el violín, que te parece?...Ves, aquí no hay nada inventado, y menos en tu gótico..._Muy pontente, muy fuerte, tocando el cielo, siendo Dios que se posa en la tierra.
_ Papá...muy mono...pero ahora mismo te pones los cascos que esa música me pone nerviosa y no me deja concentrarme_ con voz irónica, repleta de poder para colocar en su sitio al pureta, de una puta vez.
Y yo me desinflo, en un proceso lento pero sin pausa, como si de pronto alguien me hubiese empujado violentamente y empezará a bajar unas escaleras infinitas, practicamente rodando y a trompicones.
_ Pues yo eso lo escuchaba con dieciocho años, nena_ tirando el último cartucho antes de desplomarse al suelo, ante la sacudida brutal de María hija que, evidentemente, es ya una mujer.


Verano del 2007


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