sábado, 13 de diciembre de 2008

Mis flores



Flores que se abren,
más allá de mi alma,
en millones de fragmentos,
entreabiertos y mojados,
y que dibujan en el infinito
un mar de sentimientos,
donde yo sobrevivo,
un día sí y otro también,
sin saber jamás
cuando es hoy o ayer.

Flores que se cierran,
todas las noches,
sin faltar nunca a la cita,
junto a mi cama vacía,
envueltas en fragancias
con olor a soledad,
y que brotan sin cesar,
desde lo más hondo de mi ser,
difuminándose,
a duras penas,
entre los brazos de sueños,
de islas perdidas,
en océanos de chocolate y nata.

Flores que nacen,
a mil doscientos Kilómetros,
que me hacen tocar,
varias veces al año,
con los dedos de mis manos,
los frutos de la felicidad,
y que a la vuelta me empujan,
sin miramientos
y sin compasión alguna,
a abismos perdidos y vacíos,
cuando se pierden en la distancia
los besos y las caricias
que cubrieron todo mi cuerpo.

Flores que se mueren,
más allá de las estrellas,
que ya no volverán,
pero que siguen palpitando
en los recuerdos de mi mente,
cuando yo ando,
de paso para mi destino,
y que me alumbran
en los más recónditos bosques,
y a las que me agarro,
con desesperada fuerza,
cuando las lagrimas se deslizan
abriendo surcos de mi cara.



Y flores mágicas,
de colores azules y violetas,
en las que me baño,
entre las miradas de la luna,
mientras comparto
los trozos de vida,
en un sofá blanco,
con una hada buena,
que todos los sábados
camina a mi lado,
sin pedir nada a cambio.


Abril, 2008

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